Esta escultura es un símbolo de todas las pérdidas derivadas de nuestra inconsciencia. Las pérdidas son parte de la vida y, como tales, necesitan ser honradas, pues es entonces cuando dan lugar a lo nuevo. Por ello, esa escultura recoge el agradecimiento profundo a todas las personas que, de un modo u otro, han formado parte del proyecto a lo largo del tiempo.

Es un símbolo sencillo que nos recuerda que el proyecto de comunidad no es solo presente, sino también una historia compartida y un legado para quienes vendrán. Esta escultura habla de cuidado, de memoria y de perdón y actúa como recordatorio de que todo lo construido en Amalurra tiene un eco emocional y humano que trasciende el tiempo.