Todas las experiencias que hemos vivido en infancia, han dejado inevitablemente una huella en nosotras/os y han determinado en gran parte cómo estamos viviendo en el presente nuestra vida adulta.

Mucha/os de nosotras/os hemos vivido en nuestros escenarios de infancia, experiencias tremendamente dolorosas; experiencias de rechazo, abandono, humillación, abuso, violencia, etc… que nos dejaron profundamente herida/os.

Si no dispusimos de un entorno lo suficientemente seguro y sensible a nuestras necesidades como niñas/os que nos permitiera la expresión y liberación emocional de todas estas experiencias, desarrollaremos diferentes mecanismos de autoprotección para amortiguar el impacto de lo vivido y sobrevivir al dolor, olvidando incluso, el origen de nuestro propio sufrimiento. Sin embargo lo inconcluso, lo evitado, lo no expresado…

No desaparece por ser reprimido y acabará por manifestarse; proyectándose en los diferentes escenarios de nuestra vida. Inconscientemente, llevaremos todas estas experiencias al mundo, repitiendo y reproduciendo todo aquello que vivimos y sentimos siendo niña/os.

Estas experiencias dirigirán inconscientemente nuestras vidas, afectando nuestras relaciones, empañando nuestra realidad e impidiéndonos vivir la vida más allá de nuestras propias heridas y de aquellos mecanismos que desarrollamos e interiorizamos desde una psique infantil, siendo aún dependientes, inmaduro/as y vulnerables, incapaces de enfrentar el dolor, desesperado/as por escapar y olvidar.

Nos será muy difícil ver al otro/a más allá de nuestras propias heridas. Proyectaremos nuestro dolor, nuestra rabia, nuestra tristeza, nuestra soledad, nuestra impotencia, nuestro miedo en los diferentes escenarios de nuestra vida (trabajo, pareja, amistades, e incluso en nuestro/as propio/as hijo/as), atribuyéndoles comportamientos, necesidades y emociones que no les serán propias sino que nos pertenecerán a nosotras/os misma/os.

Que de niñas/os nos ocurriera esto no significa que hoy tengamos que permanecer en los comportamientos y actitudes que desarrollamos en infancia, que en muchas ocasiones son dañinos para nosotro/as mismas/os y para las/os demás.

Lo que nos pasó en infancia no fue responsabilidad nuestra, lo que hoy como adultas/os hagamos con nuestras heridas y las elecciones que tomemos para sanarlas, sí lo será.

Podemos elegir entre revivir compulsivamente todo este trasfondo emocional y quedarnos con sensación de desesperanza e indefensión, víctimas de un destino inevitable o podemos optar hoy por responsabilizarnos y sanar.

Hoy sabemos que es posible trascender nuestro pasado y liberar todas estas heridas si empezamos a trabajar en ellas con conciencia y autorresponsabilidad.

Para ello abrimos por cuarto año consecutivo un nuevo espacio de encuentro grupal, para acercarnos y conectar con aquellas partes de nosotras/os que aún permanecen heridas y necesitan ser escuchadas, liberadas, comprendidas y atendidas; ofreciéndoles cauces saludables que nos permitan expresar, liberar e integrar a diferentes niveles (físico/corporal, emocional, mental, energético y espiritual) todo lo inconcluso.

Recoger todas estas experiencias que aún hoy condicionan nuestras vidas, impidiéndonos ser nosotras/os mismas/os y vivirnos libres y en libertad. Abrimos un espacio sagrado donde poder seguir encontrándonos a cada paso; un espacio que nos permita SER y encontrarnos en la mirada y en el reflejo del otro/a, con conciencia, madurez y autorresponsabilidad.

¿Qué vamos a trabajar?

Abordaremos cuestiones como:

La herencia transgeneracional y familiar y su influencia en nuestras vidas.

Nuestra llegada al mundo.

Las heridas de infancia.

Creencias Limitantes,

Condicionamientos e Introyectos.

Emociones reprimidas y necesidades no atendidas en infancia.

Nuestras partes aceptadas y nuestras partes rechazadas.

La máscara y la sombra.

Los puntos ciegos.

Mecanismos de Autoprotección y Supervivencia desarrollados en infancia.

Abuso, límites y autocuidado.

Conciencia corporal.

Polaridades e integración de nuestras partes alienadas.

La relación conmigo y con el /la otro/a.

La comunicación interna y externa.

Espejos y Proyecciones.

La relación de pareja, sexualidad, placer.

Espiritualidad; quien soy, Dones y propósito de vida.

Un tránsito del Ego al Ser Un tránsito del Miedo al Amor Un tránsito del Sufrimiento al Empoderamiento Un tránsito del Niño/a Herido/a al Adulto/a Responsable. Un tránsito del la Oscuridad a la Luz. Un espacio seguro, libre de juicios que nos permita mostrarnos y transparentarnos hasta tocar lo más auténtico y genuino de nosotras/os. Un espacio que nos permita mirar nuestras sombras con compasión y nuestras luces con humildad.

Un espacio que se haga cauce para que el viaje de nuestra alma continúe y siga vislumbrando nuevos horizontes.

Un espacio que permita que la magia de la vida nos alcance y nos siga recordando la luz y el amor que somos y alberga nuestro verdadero ser.

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