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Harizti basoa

Harizti gazte hau Amalurrako lurren birsortze-prozesuaren parte da, urte luzez egindako lanaren emaitza: lorategiak sortu eta paisaia kaltetua berriro biziberritzen saiatu ginen

Este joven bosque de robles forma parte del proceso de regeneración del terreno en el que Amalurra trabajó durante años creando jardines y repoblando un paisaje que había sido degradado. En el primer intento de reforestación, los árboles no prendieron debido a la sequedad del suelo y se echaron a perder. Aramos la tierra, la cubrimos con paja y realizamos ceremonias para apoyar el proceso de fertilización. Volvimos a plantar 3.500 robles, cada uno con una intención, un rezo y una esperanza. Esta vez prendieron con fuerza, dando lugar a un tupido bosque que representa un acto de gratitud a la generosidad de la Tierra y de reparación consciente frente al impacto que nuestras acciones, a menudo inconscientes, tienen en el equilibrio de la vida. Con este gesto, comenzamos a escuchar la necesidad de cuidado de la Tierra, tantas veces ignorada o abusada por nuestra desconexión. Así nació el robledal.

 

El roble —haritza en euskera— guarda la sabiduría de esta tierra. En la tradición vasca, es un árbol sagrado, asociado al arraigo, a la sabiduría ancestral y a la justicia: antiguamente, bajo su sombra, las comunidades se reunían para deliberar y tomar decisiones importantes de manera colectiva. En Amalurra, es símbolo de futuro y memoria.

 

Al crecer, los robles refuerzan el vínculo con la tierra, con nuestra identidad cultural y con la responsabilidad de cuidar lo recibido. Son antenas vivas, a través de las cuales podemos reconectar con el legado profundo que la Tierra guarda en su interior.

 

Con el paso del tiempo, este bosque se ha transformado en un espacio de paseo contemplativo.